Cuando un grupo de personas no encuentra ni un punto de
conciliación con la cultura que se tiene como establecida, se genera una
ruptura social sumada con una necesidad de crear un sistema propio; a esto es a
lo que se le llama Contracultura. Las personas que conforman la
contracultura vienen siendo lo que se conoce como marginados: personas, comúnmente
jóvenes, deseosos de encontrar y revelar su verdadera identidad que no se
sienten parte ni aceptados por la sociedad en la que conviven. Por tal motivo,
de estos individuos nace el deseo de querer ser parte de algo, de poder
identificarse, de poder definirse. Es así que estos crean un grupo
contracultural que por lo general tiene elementos como ideales humanitarios o
universalistas, deseo de querer eliminar cualquier diferencia que se establezca
entre los seres humanos (raza, género, orientación sexual, etc.) y necesidad
por hacer del Derecho aquello que gobierne el mundo (Britto, 2005). Claro
ejemplo de esto, es el movimiento Hippie que surge en Estados Unidos en la
década de 1960, siendo su punto de referencia y mayor impulsadora la Generación
Beat; además de otros hechos importantes como la guerra de Vietnam, la enemistad
con el Gobierno Estadounidense, el consumismo tecnológico que reducía la
capacidad creativa del ser humano y el descubrimiento de sustancias
alucinógenas que representaban el camino hacia una nueva espiritualidad (Ruiz,
2007, citado en Mora, 2018). Este grupo quería
demostrar su inconformismo y su deseo por no pertenecer al sistema, y
pretendían hacerlo por medio de valores pacifistas, la liberación sexual y
femenina, la preocupación por el medio ambiente y el rechazo al capitalismo,
consumismo y materialismo. Sin embargo, así como nació, tuvo que morir, pues la
cruda realidad les mostró que no serían jóvenes para siempre, que un día, al
igual que sus padres, envejecerían, que los hijos que tenían necesitaban
educación, comida, un lugar donde dormir; al final, esto resultó en la
reinserción de estas personas al sistema que tanto habían rechazado.
La muerte y fin del Hipismo dio paso al nacimiento de
otra contracultura, una completamente opuesta a lo que fue su predecesora: El
movimiento Punk. En medio de una recesión económica, la decadencia del propio
sistema capitalista, la falta de recursos naturales, las pocas oportunidades
laborales y el declive del orden gubernamental y militar; surge en la década de
1970, tanto en Inglaterra como en Estados Unidos, una contracultura compuesta
por jóvenes que no veían un futuro dentro del sistema en el que se encontraban.
Al ver estos cada vez más lejos la posibilidad de poder ascender de grupo
social, de acceder al sistema educativo superior, de aumentar sus ingresos y de
ser tenidos en cuenta como grupo de presión social; sin nada que perder, emprenden
un camino donde reina la destrucción en muestra de rechazo al sistema que más
que cobijarlos, los desamparaba (Britto, 2005). A diferencia del movimiento
Hippie, el Punk se caracterizó por rechazar más que por proponer nuevas ideas.
De hecho, el rechazo iba dirigido hacia los ideales que propusieron los
hippies, pues consideraban que estos fueron “tibios” y vendidos al mundo
capitalista y consumista (Heath & Potter, 2004). El Punk, abriéndose
paso en una sociedad que los consideraba basura, por medio de composiciones
musicales simples, ruidosas, poco elaboradas y con un ritmo agresivo, logra ser
considerado como un género de protesta social. Canciones como “Anarchist in the
U.K – Sex Pistols”, “Bonzo Goes to Bittburg - Ramones”, “White Riot - The Clash” “California Über
Alles - Dead Kennedys” o “God Save The Queen –
Sex Pistols”, son la clara representación de esto.
La fuerza del mensaje
musical y social del movimiento Punk fue tan penetrante y transgresora que
borró las barreras territoriales y en la década de 1980 llega a Colombia,
haciendo mella, principalmente, en los jóvenes pertenecientes a la clase baja
de la ciudad de Medellín. La capital antioqueña estaba empezando a vivir una de
sus épocas más violentas pues, además de las organizaciones narcotraficantes,
la presión del Gobierno Norteamericano y las estructuras sicariales que
empezaban a surgir, Medellín se enfrentaba a 3 guerras al tiempo: una con el
estado, otra con el cartel de Cali y la tercera con los paramilitares del
Magdalena Medio (Guerrero, 2014). La capital paisa agonizaba en un mar de
sangre, plomo, droga y dinero sucio, y los principales afectados resultaron ser
los jóvenes de las comunas de esta ciudad. Mientras que las cabezas de los
grupos narcotraficantes se hacían con sumas de dineros exorbitantes, los
barrios de clase baja de Medellín sufrían en la miseria, pues resultaron ser el
lugar preciso para las organizaciones sicariales aprovechándose de jóvenes que
no veían un futuro y su única opción era unirse a estas bandas. (Medellin es un parche Punk )
En 1991, inspirada en la
difícil vida que estaban destinados a vivir todos aquellos jóvenes que nacían
en las comunas de Medellín, se estrena una de las mejores producciones
cinematográficas colombianas hasta el momento: Rodrigo D. No Futuro. Dicho
anteriormente, el Punk resulta tener una gran acogida por parte de estos
jóvenes, y lo que hace la película, más allá de mostrar la cruda realidad, es
incorporar la música Punk como elemento de salvación y desahogo ante una
sociedad que se comía vivos a estas personas. El Punk se presenta nuevamente
con su carácter social y como una herramienta de poder para usar en contra del
Gobierno Colombiano, los policías, los militares y el narcotráfico. Como
explica Borbón (2016), “ante la densidad propia de la ciudad, los sonidos
densos de expresiones musicales como el punk y el metal se hacen presentes como
acto de crítica y de denuncia, pero también como actos artísticos de lucha de
resistencia” (p. 80). Si se observa la película con detenimiento, y se hace la
tarea de repasar los detalles de esta luego de verla, se entenderá el papel tan
importante que, para esa época, tuvo el Punk como género y movimiento. Este se
convierte en la voz de los “pelaos” de la clase baja de Medellín, en la opción
para no participar del sicariato, de los robos, del narcotráfico que, para ese
entonces, representaban la única forma de no ser asesinado y sobrevivir entre
tanto muerto; el Punk les estaba ofreciendo una nueva oportunidad de vivir y de
salir del “sin futuro”. Irónicamente, Rodrigo, el que más utiliza, valora,
siente y vive el Punk como forma de desahogarse de su vida, decide suicidarse.
Ante tal final, cualquiera pensaría que la sociedad que tanto odiaba Rodrigo
ganó la partida; sin embargo, la decisión que toma él de matarse es la escena
más transgresora de la película y el acto más contracultural que se muestra,
pues Rodrigo se va por decisión propia, quitándole el poder al sistema, que
estaba acostumbrado a asesinar a los jóvenes de Medellín, de acabar con su vida
y su futuro.
Han pasado 30 años desde
que la película se estrenó y 40 años desde que el Punk llegó a Colombia.
Durante estos años, este movimiento se ha transformado y sus múltiples cambios
han sido representados por bandas como I.R.A, Dexkoncierto, P-Ne, Peste
Muntantex, (Medellín), Policarpa y sus viciosas, La Pestilencia, Odio a Botero,
y Eskoria. (Bogotá), todas estas teniendo en común el inconformismo y la lucha
en contra del sistema que oprime cada vez más. Sin embargo, también han pasado
más de 54 años desde que en Colombia inicio el conflicto armado y no es mucho
lo que ha cambiado. El conflicto que nace del sistema sigue, pero las
contraculturas se debilitan, incluso mueren sin darse cuenta. Se sigue creyendo
que solo con acciones gigantescas es que la gente se hará oír, pero los actos
de rebeldía también pueden iniciar por uno mismo, no se necesita a mil más como
uno para darse cuenta que el mundo en el que se vive es abrumador, es acelerado
es agresivo y no tiene sentido, no en vano Rodrigo se suicida. Sin embargo, el
acto contracultural ahora es vivir, es soportar en medio de un mundo que a toda
hora te dice “matate”, que te presenta estándares de vida imposibles, que te
condena a la pobreza, a la violencia, que te coacciona cada acción y
pensamiento, lo revolucionario es vivir y luchar en contra de un sistema del
que no se podrá salir, pero luchar al fin y al cabo. Quiero cerrar con esto: todo
pequeño acto de transgresión, no importa lo insignificante que pueda parecer,
es también un pequeño soplo de libertad; y ¿qué es la contracultura más que la
sensación de sentirse/me/nos libres?
Referencias:
Britto, Luis., (2005). El imperio contracultural: del rock
a la postmodernidad. La Habana, Cuba: Editorial
Arte y Literatura.
Borbón, Liliana. (2016). “Rodrigo D. No
Futuro”: estética y transgresión. EN.Clave Social, 1(5), 72-81.
Guerrero, Freddy. (2014). Medellín años
80. Ciudad Pazando, 1(2), 49-55. doi https://doi.org/10.14483/2422278X.7382
Heath, Joseph, & Potter, Andrew. (2004). Rebelarse
vende: el negocio de la contracultura. Madrid, España: Taurus
Mora, Paloma. (2018). Movimientos de
contracultura: El movimiento hippie. Trabajo de grado. Castellón:
Universitat Jaume l.